martes, 30 de septiembre de 2014

Análisis: Monzón vs Trujillo

Interesante cómo se están abordando los hechos ocurridos en San Juan Sacatepéquez y cómo nuestros analistas políticos han tomado una postura más moderada y muy necesaria para encontrar los punto intermedios de nuestras ideas. Sin embargo, casi siempre volvemos a anteponer la ideología y dejar de un lado las oportunidades que esos nefastos hechos han abierto. Miremos estos casos:

Así argumenta Marielos Monzón, una abierta activista de Izquierda, quien asegura en su columna del 30 de septiembre:

"La criminalización generalizada de los movimientos de resistencia solo lleva a mayor conflictividad y a la ruptura del tejido social. La imposición de proyectos de cualquier tipo, sin que medie un proceso de diálogo e información, ha provocado en numerosas regiones del país una creciente oposición, y la respuesta no puede ser la indiferencia ni la militarización del área, porque esto no resuelve los problemas". 

En pocas palabras, ella atribuye el problema actual a la existencia de grupos ilegales y violentos, pero que está motivada por los mismos empresarios y el Gobierno por "imponer" su voluntad sobre los "pacíficos" activistas sociales. Además, argulle:

"Utilizar lo ocurrido en San Juan Sacatepéquez para acrecentar el discurso del odio, el racismo, la criminalización, la descalificación y estigmatizar llamando terrorista y delincuente a todo aquel que participa en movimientos sociales o defiende derechos es un camino equivocado y perverso". 


Estoy muy de acuerdo con esto. No se trata solo de "satanizar" los movimientos sociales, pero también que la protesta se haga por las vías adecuadas, legales, pertinentes para evitar que los aprovechados puedan hacer semejantes barbaridades. Ahora bien, el columnista Pedro Trujillo, en columna de la misma fecha va por otro lado y opina:

"Las empresas promueven desarrollo, mejoran las condiciones de vida, crean puestos de trabajo alternativos a los tradicionales -que no han sacado de la miseria al país- y contratan a muchas mujeres, generando un sustancial grado de independencia frente a la tradicional subordinación machista. Ese grupito de terroristas, incrustado en movimientos que monopolizan “la lucha social y campesina”, decidió matar -otra vez- a varios miembros de una familia y amenazar a muchas personas, bajo la “gravísima acusación” de estar relacionados con cierta empresa."

Y su tono parece responder a Monzón y a otros similares con este argumento:

"Ustedes destruyen este país que dicen suyo con cínico nacionalismo. Tienen manchadas las manos —y la pluma— de sangre, el alma repleta de odio y los bolsillos de intereses. La mayoría son chusma fratricida fracasada que militó en movimientos revolucionarios del pasado, cuyo objetivo sigue siendo mantener mísera a la población y que el liderazgo —como en Cuba— tenga privilegios a expensas de los demás". 

Siento muy necesario destacar aquí que la discusión es sana, no se trata de no opinar, sino todo lo contrario. Ahora bien, ¿Cómo podemos opinar tan diferente sobre temas que parecieran tan obvios, tan claros? Como unos se pueden lavar las manos y aprovechar la oportunidad para arremeter siempre a sus supuestos enemigos (el empresariado) cuando los hechos son tan contundentes.

Dejo una columna por analizar pendiente. más concisa aunque encierra ciertos recovecos por comentar. Usted decide señor lector. ¿Aceptamos responsabilidades, solo señalamos o nos lavamos la manos como sociedad?

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