viernes, 9 de junio de 2017

ASTURIAS, SIEMPRE VIVO

Este poeta, narrador, dramaturgo, periodista y diplomático guatemalteco, ganador del Nobel de literatura en 1967, es considerado uno de los grandes protagonistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX.




Es imposible leer a Miguel Ángel Asturias y no sentir el embrujo de sus letras y el ritmo de sus palabras. Libros como El Señor Presidente, Hombres de Maíz, El Hombre que lo Tenía Todo Todo Todo y Mulata de Tal son tan mágicos y apasionantes que uno termina por darle la razón a quienes, en 1967, le otorgaron el premio Nobel de Literatura. De hecho, a Asturias se le atribuye la creación del Realismo Mágico, estilo literario que luego cultivarían autores como Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y Julio Cortázar, entre otros.

Aunque Miguel Ángel nació en la ciudad de Guatemala, el 19 de octubre de 1899, cuando cumplió cuatro años su familia se trasladó a Salamá, donde tuvo su primer contacto con la cultura indígena, los telares, la piedra y el barro. “Ahí aprendí la magia de mi país, las voces de mi país”, declaró el escritor. Lejos estaba aquel niño de imaginar que muchos años después, cuando ya era un escritor famoso, algunas comunidades indígenas lo nombrarían “el Gran Lengua”, en alusión a los antiguos contadores mayas de historias, que antiguamente las leían interpretando pinacogramas (códices) pintados en papel de amatl y cuyo significado solo ellos conocían.

Como estudiante, Asturias egresó de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Asturias obtuvo el título de abogado con la controversial pero aclamada tesis “El problema social del indio”. Luego de ello fundó y dirigió la Universidad Popular, en 1922. Ya en ese entonces empezaba a escribir, a recuperar su pasión por lo indígena y a reinterpretar el Popol Vuh en sus relatos.
Luego partió a Europa, donde vivió intensamente los movimientos artísticos y los sucesos que la transformaban. Los años en París fueron ricos en experiencias: ahí, Asturias conoció a grandes escritores y se empapó del surrealismo francés. Ya como miembro de “Prensa Latina” realizó varios viajes a Venecia, Egipto, Rumania, Grecia, Damasco y Cuba.
Asturias es considerado como el precursor del auge hispanoamericano gracias a su experimentación con estructuras y recursos formales propios de la narrativa del siglo XX. Sus libros se insertan en la vanguardia literaria y abarcan géneros diversos, temas folclóricos y políticos, sugestiones mágicas, barrocas y de sorprendente fuerza imaginativa. Para comprender su obra es necesario tomar en cuenta la profunda influencia que en él ejercieron la cultura maya y la vida europea. En sus relatos está arraigada la cosmovisión de un mundo asentado en un profundo y auténtico pensamiento mágico. Por otro lado, el surrealismo es la otra fuerza que influye y marca su escritura.

El embajador literato
Asturias regresó a Guatemala en 1933, y durante el período revolucionario de 1944 a 1954 desempeñó varios cargos diplomáticos: Embajador de Guatemala en El Salvador y París, así como agregado cultural en México y Argentina. En 1966 ganó el Premio Lenin de la Paz y en 1967 le otorgaron el Premio Nobel de Literatura.
Tras participar activamente durante los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz, el Gran Lengua se traslada a Chile, en donde vive durante muchos años y entabla profunda amistad con el poeta Pablo Neruda. Tristemente para Asturias, su traslado es parte de un largo exilio derivado de su participación en los gobiernos antes mencionados.

Escribe la “Trilogía bananera” obra que representa una vibrante protesta contra la invasión del imperialismo a Guatemala, y su fama lo hace viajar por India, China, Francia, Rusia, Italia. Sus conferencias llenan auditorios: multitudes de distintas nacionalidades, sedientas de conocer la obra del ilustre maestro literario, se conglomeran en cada cita, en cada ciudad, en cada país que Asturias visita.


Los últimos años de su vida están llenos de viajes, premios, reconocimientos y publicaciones que dan a conocer su destacada trayectoria y su importante obra. Asturias murió en Madrid, el 9 de junio de 1974, pero sus restos reposan en el cementerio de Pere Lachaise, en París.

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