Instalaciones quemadas, secuestros. Fotografía de Prensa Libre |
¿Se enteró del caso de Santa Eulalia? Secuestraron a trabajadores de una hidroeléctrica, luego de retenerlos y golpearlos los liberaron para volverlos a atrapar y secuestrarlos mientras atacaban otras oficinas. ¿Justifica usted estos actos? ¿Es permitido solo porque los agresores son indígenas marginados por 500 años de explotación? ¿La violencia tiene una justificación de semejante proporción?
Bueno, se enteró del caso en Alta Verapaz, en otra hidroeléctrica. De nuevo violencia, de nuevo los famosos "analistas" justificando un lado y condenando al otro. Y la conclusión, violencia y más violencia.
Ahora bien, ayer trascendió lo de la comunidad judía, que fue expulsada de San Juan La Laguna por líderes de la comunidad. Hoy los judíos se van, bajo amenazas y de nuevo las mismas justificaciones. Pareciera que el plan es crear una nueva inquisición, ahora dirigida por los líderes indígenas en contra de todo lo que no sea "indígena". No hablo de apariencias, sino del discurso subyacente en todos los casos anteriores.
Es un común denominador. No sé si notaron pero estas mismas acciones las vimos el año pasado contra algunas empresas mineras, como Marlin en San Marcos y Huehuetenango, La Puya en San José del Golfo (y es vista como la resistencia cool), Minera San Rafael en Santa Rosa (que derivó en un Estado de Sitio) y contra la mina de Níquel en Izabal. Ante todo esto, el Gobierno ha sido inoperante para provocar un diálogo verdadero, no digamos para someter esta resistencia violenta. No son los medios ni las justificaciones alcanzan. Es ahí donde nosotros como población debemos condenar estos hechos, no callar por falsa tolerancia. Debemos ser ciudadanos responsables que exijamos la correcta aplicación de la ley. Nada justifica el secuestro ni los linchamientos. Nada. Si no me cree, póngase en los zapatos del secuestrado, de su familia y dígame si acaso ese no es verdadero terror.
Por Güicho Godoy
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