lunes, 18 de agosto de 2014

¿Contra qué estamos?

Este parece la razón de la aprobación: préstamos de 550 millones.
En los últimos días hemos visto cómo ha proliferado el tema de la llamada “Ley Monsanto” que no es más que una ley para regular la utilización de semillas modificadas y registrarlas de manera legal. El texto de la ley lo pueden encontrar aquí y darse cuenta que es un merequetengue intencional de nuestros diputados para que sea impreciso qué fue lo que realmente aprobaron y a qué se supone que está protegiendo. En líneas generales, hay mucha tela qué cortar y debemos seguir atentos cómo evoluciona el tema. Sin embargo, muchos de nuestros típicos activistas opositores (tristemente acompañados en esta ocasión de alguna que otra “celebridad” nacional) han comenzado a asustar con el petate del muerto, para generar antipatía contra transnacionales. Hoy analizaremos el discurso de este miedo infundado:


1) La ley Monsanto violenta contra los derechos de los pueblos originarios.

Bueno, ni tanto. Según se entiende de dicha ley, solo las especies genéticas “nuevas” podrán reclamar el derecho de “obtentor” y debe demostrar fehacientemente que no existía antes. Bajo esa premisa, la sabiduría ancestral de “sus cultivos” y “sus formas de sembrar” no se ven violentadas bajo ningún aspecto. De hecho, si el conocimiento ancestral y las comunidades están bien organizadas, es imposible que “se les prohíba” sembrar lo que quieran. Ahora bien, existe el temor de que se comiencen a utilizar semillas hechas por Monsanto y que entonces sí tengan que pagar, una vez sea reclamado el derecho de obtentor que el gigante de los transgénicos promueve. Veo una contradicción severa aquí, empecemos que ni siquiera existe un ente regulador, no digamos que las comunidades ancestrales bien asesoradas y financiadas puedan demostrar y adueñarse del derecho de sus semillas. De ahí en adelante son puros supuestos.
 
2) Monsanto crea transgénicos, por lo mismo atenta contra la vida.

Este es uno de los puntos más siniestros o como suelen llamar “asustar con el petate del muerto”. Recomiendo que vayan y lean la revista National Geographic, sus ediciones de julio y agosto y continuará durante seis meses más hablando sobre “El Futuro de la Comida”, en las que explican que para 2050 habrá 2 mil millones de bocas más qué alimentar en todo el mundo. Las semillas mejoradas, que son más resistentes a las plagas y cuesta menos cultivar (en su explicación más mínima) es el único futuro que se tiene para poder alimentar a todo el mundo. Las prácticas ancestrales, aunque románticas y hasta el momento fundamentales para los “pueblos originarios”, no serán suficientes para sostener al mundo. NatGeo de hecho es una organización que apoya mucho a los mismos pueblos y no se trata de una maquinaría “del imperio”. En estos reportajes han hablado de África y Sudamérica, pero vemos casos similares a Guatemala y a la coyuntura actual. La pregunta es: ¿sabemos lo suficiente, tenemos suficientes pruebas contra Monsanto y en general contra cualquier productor de semillas mejoradas para concluir que son siniestros intentos para convertirnos en mutantes con miles de enfermedades? ¿O solo somos parte de una maquinaria anticapitalista que se opone por el simple hecho de oponerse?

 3) “Juntemos firmas, no más transgénicos”.

Será que entendemos la ley en toda su dimensión. Y otra pregunta más: ¿Este Estado de Guatemala que no puede ni controlar que se respeten las leyes fundamentales a la vida, ni capturar delincuentes plenamente identificados ni mucho menos solucionar temas tan básicos como la salud y la educación, está en la capacidad de ya no dejar “los campesinos siembren en sus propias tierras con total libertad”? Más aún: el Ministerio de Agricultura, que sería el ente encargado de esta regulación ni siquiera tiene una unidad dedicada a analizar estas semillas, por lo mismo, hablamos de una ley muerta, inaplicable con suficientes recovecos dónde frenarla o dónde simplemente no ejecutarla.

Sabemos que no es una inocentada, sabemos que los diputados no aprueban una ley sin ningún interés de por medio, así que hubo algo debajo de la mesa. Sin duda. Pero lo que se deduce de la ley es el interés en cumplir con los requisitos del TLC con Estados Unidos y conseguir una aprobación burda de Q550,000 en préstamos para la “ejecución” de esta ley. Más va por ahí la cosa y es vergonzoso y triste, que nuestros diputados sean así.


Ahora bien, estas pequeñas explicaciones no buscan demeritar el debate sobre una ley, su análisis y ejecución, pero sí me interesa que la gente no se deje engañar también por la desinformación. Hablan de dignidad, de tradición, de irrespeto a los derechos fundamentales de los indígenas. Con su perdón, pero el debate debe ir más lejos, muchísimo más lejos que estos argumentos que aunque importante, no son nada. Lo importante aquí es: ¿El Estado está en capacidad de brindar lo mínimo y fundamental como la Seguridad, la Salud y la Vida? ¿Es más importante este tipo de leyes que legislar para reducir la corrupción y la burocracia estatal? ¿Nuestros esfuerzos no serían más útiles al reducir la deuda en lugar de adquirirla? Debatamos, pero no nos engañemos ni nos prestemos al juego de algunos desestabilizadores.

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