lunes, 11 de agosto de 2014

¿Qué nos deja la muerte?

Cuando morimos nada nos llevamos, nada. No vale si fuimos importantes, si nos rodeamos de comodidades, si aprovechamos el tráfico de influencias, si gozamos de los beneficios de pertenecer al Estado o si vivimos de lo que nos robamos durante años, aunque sea exiliados en lugares como Panamá inventándonos excusas. No, cuando morimos todos vamos a parar al mismo lugar, a un cementerio para ser alimento de gusanos. Lo que queda de nosotros es solo el recuerdo, la imagen, la empatía, el dolor, el aprecio. Eso de que nos extrañen, de verdad, "extrañarnos" es algo que quizá nos permita seguir viviendo, en sus recuerdos, como diría Arjona.

Y hoy, ante tanta muerte mediática, pareciera que hay que reflexionar más aún sobre ello. Debe ser el espejo en el que se midan nuestros políticos mediocres, nuestras autoridades miopes, los "como cuando hay" como diría mi papá, los activistas que trafican con el hambre de mi pueblo. Acaso si no ante la perspectiva de la muerte se arrepienten, de verdad que hemos llegado a niveles de inhumanidad increíbles. No podemos permanecer indiferentes ante el correr del tiempo, ante la balanza de la vida. ¿En qué momento decimos "ya basta" y comencemos a hacer lo adecuado, lo correcto, lo necesario y no lo que me conviene?

Quizá yo sea muy joven para ponerme a reflexionar sobre esto. Quizá los políticos ya estén curtidos de esto también. Pero eso no nos da excusa para dejar de señalarlo. Solo tenemos tiempo en esta vida. Cada asesinato o muerte mediática nos lo recuerda, no nos vayamos por lo romántico, por lo trillado. Abordemos el tema central y pragmático de todo: ¿Qué estamos haciendo para que nuestro recuerdo sea de verdad querido? ¿Qué estamos dejándoles a nuestros hijos, nietos y demás? ¿Estamos aportando a nuestro país, estamos cumpliendo las leyes, haciendo lo adecuado? ¿O solo estamos aprovechándonos de todos y de todo?

Estas inquietudes van dirigidas a nuestras "sin clase" política, pero aplican también a todos los ciudadanos de a pie. Vamos a hacer la diferencia. No nos olvidemos del recordatorio constante de que podemos cambiar para bien, en lo individual para mejorar en lo colectivo. Claro que podemos, solo pongámonos de acuerdo. ¿Les parece?

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