Los
efectos del fenómeno meteorológico de El Niño no son nuevos en nuestro país
pues desde los años 50 se han visto anomalías principalmente en las temperaturas,
lo que muchos han asociado al cambio climático que afecta a nivel mundial.
Podemos estar ante uno de los más potentes desde su identificación.
La
dinámica del meteoro apunta a comportamientos extremos que van desde grandes
inundaciones hasta la ausencia prolongada de lluvias afectando los niveles y
caudal en los lagos y ríos. Se tiene previsto que en 2016 haya un aumento en la
temperatura de hasta 2.4º centígrados, una de las más altas en la historia del
fenómeno, lo que significaría una evaporación arriba de lo normal del agua
acumulada en los suelos.
La
falta de humedad, sobre todo en las zonas boscosas contribuye a la ignición de
pastos y malezas, más del 50% se dan en las horas de más exposición a la luz
solar. Pero no podemos decir que todo es responsabilidad del meteoro, pues las
malas prácticas agrícolas o el descuido de fuegos en el exterior también tienen
su cuota en la incineración de recursos forestales.
El
territorio centroamericano, principalmente Guatemala es muy vulnerable y como apuntan
los expertos, estará afectado tanto por las altas temperaturas como por las
crecidas de ríos, en una de las temporadas más agresivas en cuanto a
dificultades climáticas. Según la Organización Mundial de la Salud, se esperan
perdidas en las cosechas o bajas producciones en alimentos esenciales.
Sea
sequía o inundaciones lo cierto es que no podemos escapar de los efectos del
Niño, lo único que podemos hacer es implementar medidas para mitigarlo como
darle mejor uso al agua y a la electricidad, tengamos en cuenta que una
carencia comienza con el abuso o desuso de los recursos que la mayoría de las
veces se pierden para siempre.
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