martes, 8 de agosto de 2017

SINIBALDI, EL MARERO DE CUELLO BLANCO

La extorsión es un mal que se ha enquistado en nuestro país desde hace décadas y es indispensable acabar con esa cultura de corrupción que nos está empujando al abismo.



La corrupción-extorsión se da a todo nivel en Guatemala, pero los ciudadanos de a pie tendemos a ver nada más lo más cercano: las extorsiones de los mareros a negocios, tiendas y transportistas. El efecto directo de este tipo de extorsión es la inseguridad y la desmotivación a crear nuevas micro empresas, por miedo a los delincuentes.

Sin embargo, existe una modalidad de extorsión que es a mayor nivel y que afecta en gran escala al país: la extorsión realizada por funcionarios del Estado que, aprovechándose de sus puestos, extorsionan a las empresas que le prestan servicios al Estado.

Este tipo de extorsionadores, de los cuales pareciera que Alejandro Sinibaldi es el rey, no solo llenan sus bolsillos de manera ilícita sino que afectan la calidad de vida de millones de personas en el país. 

Veamos: como Ministro de Comunicaciones, Alejandro Sinibaldi extorsionó a numerosas empresas constructoras, a las que les exigía un 30% de comisión para otorgarles obras. Pero la cosa no paraba ahí. Digamos que la operación ofrecida valía Q100 millones. Menos los Q30 millones de comisión, a la empresa le quedarían Q70. Pero eso solo en teoría: de esos Q70 millones había que restar otros porcentajes para pagar todo tipo de comisiones.
Encima, Sinibaldi exigía 5% de comisión sobre cada pago efectuado a las empresas y aparte de ello las obligaba a realizar “donaciones” monetarias que se utilizaban para atacar a sus enemigos políticos. ¿Cómo creen que sacaron del ruedo político a Baldizón?

¿Por qué cedemos a las extorsiones?

El principal elemento que nos hace pagar un chantaje o extorsión es el miedo. A nivel personal, miedo por nuestra integridad física y la de nuestros seres queridos.

A nivel civil,  nos da miedo que la SAT nos multe e incluso nos envíe a la cárcel. También tenemos miedo a que el IGSS no nos atienda cuando seamos personas de la tercera edad.
A nivel empresarial, el miedo es a quedar fuera de “la jugada”, miedo a que el Estado no pague las deudas atrasadas por servicios prestados y, por consiguiente, miedo a la quiebra.
La corrupción-extorsión viene desde arriba hacia abajo y nos afecta a todos en nuestro día a día. Como los funcionarios estatales roban a gran escala, el Estado merma sus recursos y el dinero no llega a donde tiene que llegar.

Las consecuencias de ello las pagamos todos: si visitamos un centro de salud no hay medicinas porque las altas esferas del ministerio de Salud se encargaron de esquilmar los recursos por medio de compras fraudulentas y plazas fantasmas.
Los niños tienen que estudiar, sin refacción escolar, en escuelas sin escritorios y con ventanas y techos en pedazos.

Las personas de la tercera edad hacen cola durante horas en el IGSS solo para que les digan que no hay medicina y que regresen otro día; en el Hospital General San Juan de Dios, aparte de que no hay medicinas, los recién nacidos son colocados en cajas de cartón y corren el riesgo de enfermarse gravemente porque hay plaga de pulgas en la sección de maternidad.

Si hablamos de carreteras, en todo el territorio nacional corremos el riesgo de sufrir un accidente o de perder una llanta porque el asfalto (cuando lo hay) tiene más agujeros que un panal. En todo el país hay puentes de duroport que no duran ni lo de un período presidencial porque se caen al primer aguacero. Ah, pero eso sí, están valorados como si fueran construcciones del Primer Mundo.

En cuanto al transporte público, los usuarios tienen que arriesgar la vida utilizando camionetas que parecen chatarra y se arriesgan a ser asaltados y asesinados en cualquier momento. Nos quejamos de que los pilotos son maleducados y patanes, pero la culpa es de los altos funcionarios que se han robado el dinero dedicado a Educación. Y como los pilotos también son extorsionados por varias clicas distintas, se ven obligados a cobrar Q5 a partir de las 6 p.m. para ajustar el monto que les exigen los mareros.

Ya no digamos la extorsión ejercida por los supuestos cuida-carros en cualquier calle, o la mordida que nos exigen los policías para no llevarnos presos, ponernos multas antojadizas o confiscarnos el carro. ¿Y por qué nos extorsionan los policías? Porque sus superiores seguramente los extorsionan a ellos. Y porque “así ha sido siempre”.

Todo gracias a esos corruptos que, abusando del poder de sus puestos y traicionando la confianza de la población que votó por ellos, utilizan el estado como un cajero automático a su servicio.
¿Cómo estaría nuestro país si no existiera tanta corrupción? Seguramente seríamos un país más educado, más desarrollado, con mejor infraestructura, mucho menos delincuencia y una ciudadanía con mejor estado emocional.

Es imperativo que, como ciudadanos, pongamos nuestro granito de arena para erradicar la extorsión ejercida desde las altas esferas estatales. Debemos seguir denunciando a los funcionarios corruptos, exigir su captura y fomentar la cultura de denuncia.
Perdamos el miedo a denunciar. Por Guatemala. Por nuestros hijos.



Sinibaldi obligaba a las empresas a “donar” dinero para atacar a sus enemigos políticos.

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