La extorsión es un
mal que se ha enquistado en nuestro país desde hace décadas y es indispensable
acabar con esa cultura de corrupción que nos está empujando al abismo.
La corrupción-extorsión se da a todo nivel en Guatemala,
pero los ciudadanos de a pie tendemos a ver nada más lo más cercano: las
extorsiones de los mareros a negocios, tiendas y transportistas. El efecto
directo de este tipo de extorsión es la inseguridad y la desmotivación a crear
nuevas micro empresas, por miedo a los delincuentes.
Sin embargo, existe una modalidad de extorsión que es a
mayor nivel y que afecta en gran escala al país: la extorsión realizada por
funcionarios del Estado que, aprovechándose de sus puestos, extorsionan a las
empresas que le prestan servicios al Estado.
Este tipo de extorsionadores, de los cuales pareciera que
Alejandro Sinibaldi es el rey, no solo llenan sus bolsillos de manera ilícita
sino que afectan la calidad de vida de millones de personas en el país.
Veamos: como Ministro de Comunicaciones, Alejandro Sinibaldi extorsionó a
numerosas empresas constructoras, a las que les exigía un 30% de comisión para
otorgarles obras. Pero la cosa no paraba ahí. Digamos que la operación ofrecida
valía Q100 millones. Menos los Q30 millones de comisión, a la empresa le
quedarían Q70. Pero eso solo en teoría: de esos Q70 millones había que restar
otros porcentajes para pagar todo tipo de comisiones.
Encima, Sinibaldi exigía 5% de comisión sobre cada pago
efectuado a las empresas y aparte de ello las obligaba a realizar “donaciones”
monetarias que se utilizaban para atacar a sus enemigos políticos. ¿Cómo creen
que sacaron del ruedo político a Baldizón?
¿Por qué cedemos a
las extorsiones?
El principal elemento que nos hace pagar un chantaje o extorsión es el
miedo. A nivel personal, miedo por nuestra integridad física y la de nuestros
seres queridos.
A nivel civil, nos da
miedo que la SAT nos multe e incluso nos envíe a la cárcel. También tenemos
miedo a que el IGSS no nos atienda cuando seamos personas de la tercera edad.
A nivel empresarial, el miedo es a quedar fuera de “la
jugada”, miedo a que el Estado no pague las deudas atrasadas por servicios
prestados y, por consiguiente, miedo a la quiebra.
La corrupción-extorsión viene desde arriba hacia abajo y nos
afecta a todos en nuestro día a día. Como los funcionarios estatales roban a
gran escala, el Estado merma sus recursos y el dinero no llega a donde tiene
que llegar.
Las consecuencias de ello las pagamos todos: si visitamos un
centro de salud no hay medicinas porque las altas esferas del ministerio de
Salud se encargaron de esquilmar los recursos por medio de compras fraudulentas
y plazas fantasmas.
Los niños tienen que estudiar, sin refacción escolar, en
escuelas sin escritorios y con ventanas y techos en pedazos.
Las personas de la tercera edad hacen cola durante horas en
el IGSS solo para que les digan que no hay medicina y que regresen otro día; en
el Hospital General San Juan de Dios, aparte de que no hay medicinas, los
recién nacidos son colocados en cajas de cartón y corren el riesgo de
enfermarse gravemente porque hay plaga de pulgas en la sección de maternidad.
Si hablamos de carreteras, en todo el territorio nacional
corremos el riesgo de sufrir un accidente o de perder una llanta porque el
asfalto (cuando lo hay) tiene más agujeros que un panal. En todo el país hay
puentes de duroport que no duran ni lo de un período presidencial porque se
caen al primer aguacero. Ah, pero eso sí, están valorados como si fueran construcciones
del Primer Mundo.
En cuanto al transporte público, los usuarios tienen que
arriesgar la vida utilizando camionetas que parecen chatarra y se arriesgan a
ser asaltados y asesinados en cualquier momento. Nos quejamos de que los
pilotos son maleducados y patanes, pero la culpa es de los altos funcionarios
que se han robado el dinero dedicado a Educación. Y como los pilotos también
son extorsionados por varias clicas distintas, se ven obligados a cobrar Q5 a
partir de las 6 p.m. para ajustar el monto que les exigen los mareros.
Ya no digamos la extorsión ejercida por los supuestos
cuida-carros en cualquier calle, o la mordida que nos exigen los policías para
no llevarnos presos, ponernos multas antojadizas o confiscarnos el carro. ¿Y
por qué nos extorsionan los policías? Porque sus superiores seguramente los
extorsionan a ellos. Y porque “así ha sido siempre”.
Todo gracias a esos corruptos que, abusando del poder de sus
puestos y traicionando la confianza de la población que votó por ellos,
utilizan el estado como un cajero automático a su servicio.
¿Cómo estaría nuestro país si no existiera tanta corrupción?
Seguramente seríamos un país más educado, más desarrollado, con mejor
infraestructura, mucho menos delincuencia y una ciudadanía con mejor estado
emocional.
Es imperativo que, como ciudadanos, pongamos nuestro granito
de arena para erradicar la extorsión ejercida desde las altas esferas
estatales. Debemos seguir denunciando a los funcionarios corruptos, exigir su
captura y fomentar la cultura de denuncia.
Perdamos el miedo a denunciar. Por Guatemala. Por nuestros hijos.
Sinibaldi obligaba a las empresas a “donar” dinero para
atacar a sus enemigos políticos.