Por: Luis Pedro Coroy
Con el enfrentamiento de hoy ocurrido en San Mateo Ixtatán
se solloza de nuevo la pugna entre guatemaltecos, se lamenta la ausencia de concordancia
y que, de nuevo, ganó el ansia por el uso de armas de fuego. Lo más lamentable
de todo esto son las personas atrapadas en el medio y, como siempre, sufren y reciben
la peor parte.
Es momento de evaluar nuestro desarrollo como sociedad y
cómo las opiniones sesgadas de algunos pueden poner a muchas personas en
riesgo. De cuáles son nuestros límites al sentirnos amenazados y qué estaríamos
dispuestos a hacer por defender nuestra vida, ya sea como ciudadano o como un agente
de seguridad.
Los disturbios en Huehuetenango evidenciaron la poca
capacidad de la Procuraduría de Derechos Humanos así como entidades estatales dedicadas
a la conciliación de los conflictos para resolver o al menos tratar de calmar
las aguas. Y claro, una protesta anunciada como pacífica pero que incluyó
vandalismo, amenazas a las fuerzas de seguridad y la quema de maquinaria, es una
invitación a resolver las cosas por las malas.
Las protestas están escalando a niveles alarmantes y esto
sin duda aumenta el nivel de conflictividad y reduce la tolerancia. Qué se gana
o quién gana es una pregunta capciosa, pues como dicen, “en una guerra no hay
ganadores”, eso sí, golpeados y heridos hay hasta para llevar.
¿Quién perdió el control de la situación? ¿Quién provocó a
quién? Lo único que podemos esperar es que el Ministerio Público investigue los
hechos para que los responsables, sean quienes sean, respondan por sus actos
ante la ley.
En estos días en que gracias a las redes sociales cada uno
de nosotros nos convertimos en una especie de corresponsales debemos tener la
responsabilidad de dar información fidedigna, no solo basarnos en el rumor pues
esto empeorará las cosas. No podemos emitir un juicio sin conocer los
antecedentes de una situación, y esto aplica para todos quienes compartimos
información desde nuestro teléfono o en redes sociales.
Aparte de todo lo negativo, es innegable también que tenemos
la oportunidad de llamar al diálogo y arreglar las cosas. No esperemos que el
gobierno haga todo por nosotros. Si como sociedad no podemos gestionar nuestra
propia reconciliación, menos podremos hacer para lograr el desarrollo que
nuestros pueblos necesitan.
Al final del día el mundo conocerá algo más de Guatemala y
nosotros tendremos una página más en nuestra historia de enfrentamiento en un
círculo que no se sabe quién se sirve la mejor tajada.
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