La distribución de los recursos que percibe el Estado por
medio de los impuestos ha sido, en los últimos años, la mayor debilidad de los gobiernos.
Una cosa es decir cómo se va a invertir ese dinero y otra su verdadero destino.
El ejemplo más reciente es lo incautado por la Secretaría
Nacional de Administración de Bienes de Extinción de Dominio a funcionarios
corruptos del gobierno pasado: en lugar de destinar esos recursos a educación y
salud, el Estado benefició a instituciones del sector seguridad y justicia.
Eso, en principio, está bien. Pero ojo, que hay otras prioridades
que deben ser atendidas con estos recursos, necesidades latentes que hoy
permanecen en segundo plano y ponen en riesgo la vida de miles de guatemaltecos.
Es cierto que hay reglamentos para la administración de
estos bienes, pero por humanidad creo que también se debería destinar una parte
para atender a quienes buscan esperanza en los hospitales.
¿De dónde obtendrá el Estado los recursos necesarios para
atender estas necesidades? Los políticos apuestan por la modificación
tributaria, como la reciente propuesta de incrementar los impuestos a las bebidas
alcohólicas y fermentadas. Otros hablan de aumentar los impuestos directos a
los consumidores.
El punto es que no importa de dónde se obtenga el dinero,
sino en qué se va a utilizar para no continuar fomentando la corrupción. De nada sirve aumentar los impuestos o crear nuevos si estos
no van a llegar a donde realmente se necesitan.
Urge una propuesta clara y la certeza de un gasto con
equidad y justicia para todos. Señores legisladores, los aportes de los
contribuyentes no son para su uso personal ni el de sus familiares. Ustedes ocupan
ese puesto para beneficiar a la población, no para buscar protagonismo. Si los
ciudadanos contribuimos con nuestros impuestos, ustedes tienen la obligación de
hacer buen uso de ellos.
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